Mujeres de clase noble, a menudo forzadas y adoctrinadas durante siglos desde una edad temprana al destino de la vida monástica, una antigua costumbre que las obligaba a encerrarse en la jaula de la reclusión. Tras los barrotes de la reclusión forzada, las lágrimas invisibles de estas almas jóvenes con las alas rotas caían copiosamente. Los pensamientos de fuga eran recurrentes, para muchos incumplidos, una mancha imborrable que la sociedad creaba en el corazón de los desafortunados permanecía, hasta su muerte. Las condiciones de segregación de las monjas recuerdan un escenario extremadamente actual. La conciencia de que mantener la riqueza y el poder no vale nada si uno se ve obligado a no tocar la vida más allá de la doble reja de la puerta del monasterio. Las jóvenes monjas son el arquetipo de una sociedad en la que los jóvenes son mantenidos en jaulas, entregados a un estancamiento impuesto desde fuera, una hegemonía psicológica fundada sobre bases incorrectas, insostenibles y redundantes. Una invitación a la libertad de elección, a la libertad de juicio, alegoría del conflicto inmotivado entre una parte de la política y una parte de la Iglesia. Un sistema global encaminado a la privación de derechos y al no reconocimiento de la libertad individual, que no requiera imposiciones ineficaces y cielos de papel barrocos, hechos de modelos impresionantes e inhumanos. La clave está en la conciencia del sufrimiento ajeno para vivir verdaderamente en esta realidad, que es la única.
Vito Antonio Lippolis
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